Medios y políticos: parejas de hecho

Desde Bizkaia escribe nuestra colaboradora Estefanía Jiménez para analizar la relación entre los medios de comunicación y los partidos políticos. Es ésta una simbiosis necesaria que, según la cita electoral de la que se trate, tiene sus propios condicionantes y reglas del juego. Estefanía, junto a otros especialistas, ha analizado la cobertura de las elecciones forales en territorio vizcaíno y llega a conclusiones que, quizá, también podríamos acabar compartiendo en el caso navarro.

Un artículo deESTEFANÍA JIMÉNEZ

A estas alturas nadie osaría poner en cuestión la indisoluble relación entre políticos y medios de comunicación, un matrimonio simbiótico e interdependiente que contribuye a dirigir la opinión del público en uno u otro sentido. Durante las elecciones este fenómeno resulta todavía más evidente: la el simple ejercicio de comparación asistemática aporta pistas jugosas de aquellos aspectos de la realidad que una cabecera destaca sobremanera y cuáles intenta pasar por alto. El resultado es que los temas que a lo largo de una campaña electoral se ponen sobre la mesa tienden a resultar distintos en función de la cabecera de cabecera –permítanme el tonto juego de palabras- de cada cual. Y como afirmó allá por los años 60 Cohen, no uno de los hermanos cineastas ni tampoco el cantante canadiense, sino el clarividente intelectual llamado Bernard, puede que la prensa no consiga decir a la gente qué debe pensar, pero es “sorprendentemente capaz de decir a los propios lectores en torno a qué temas deben pensar algo”.

Dar más o menos cancha a los Indignados es tan inocente como sacar a la luz la irregularidad contable que atañe a un partido o recordar un supuesto caso de hipotética corrupción todavía no resuelto -pero que a base de regulares menciones sigue vivo, “que se sepa”-. Y normalmente la intuición no se equivoca: cada pescador -cada periódico- tiene bastante claro en qué caladero pescar y dónde debe poner el foco.

Esta campaña no he advertido, no al menos en la prensa vizcaína, que he analizado de manera exhaustiva junto a mis compañeros del observatorio Elecciones Forales 2011, que unos políticos hayan dedicado a otros ni las palabras gruesas ni las descalificaciones personales de las que algunos políticos fueron objeto en el pasado. Y estoy pensando, por ejemplo, en la demonización de Juan José Ibarretxe de la cual participaron muchos medios estatales al amplificar un cierto discurso madrileño más empeñado en empañar una propuesta que en responderla desde la ortodoxa dialéctica política.

Sospecho que tanto en Euskadi como en Nafarroa este año la mayoría de los exabruptos se los ha llevado, los primeros días de campaña, el mismo saco de los golpes: Bildu, que en su abstracción es un poco como no señalar a nadie con ojos y cara, o señalar unos ojos y caras poco preocupados por lo que diga la prensa no afín. Pero lo cierto es que de descalificación personal, ha habido poco. Lo cual saludaría con alegría si no hubiese venido acompañado por unos discursos periodísticos que se han cuidado muy mucho de dirigir la información electoral por caminos interesados. Prensa y política: pareja de hecho bendecida por la costumbre, la lógica y la evidencia empírica, que en ocasiones se da por hecha pero en otras se disfraza bajo una pretendida y falsa equidistancia, la de los novios que en público disimulan sus pulsiones pero no por ello son menos fogosos como amantes.

Las crónicas periodísticas ayudan a digerir más fácilmente las palabras del candidato de turno, enmarcándolas en un contexto que supuestamente debería explicar el porqué de unas declaraciones o las implicaciones de una decisión. Nada más árido y menos interesante que una noticia que reproduzca, palabra por palabra, los discursos obligatoriamente forzados de un acto electoral. Pero de la contextualización o la priorización de unas cuestiones sobre otras a la abierta valoración, va un trecho: ese adjetivo que sugiere que el candidato no cumple, esa frase que da a entender que estaría dispuesto a pactar con Belcebú para seguir “acomodado” en el sillón municipal, ese altavoz dispuesto a amplificar, entrecomilladas y en titulares, pero de manera sistemática, declaraciones de unos políticos cuestionando la actividad de sus oponentes… oiga, eso ya tiene más que ver con algo que poco tiene que ver con la información. Y como tal, debería quedar claro. O si no, corremos el riesgo no ya de ver la realidad del color del cristal con el que la miremos, sino de acabar asumiendo como única una visión forzosamente parcial diseñada a la medida de unas necesidades que, desde luego, no son las de la ciudadanía. Y encima, creernos que estamos bien informados.

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